Federación de Enseñanza de CCOO de la Región de Murcia | 25 abril 2024.

¿Para qué sirven las pruebas de diagnóstico?

    13/05/2019.
    jorge castillo

    jorge castillo

    Las pruebas de diagnóstico de este curso han venido rodeadas de una especial polémica debida al golpe autoritario con el que la Consejería de Educación las ha convertido en obligatorias, incluso para el alumnado que se ha ausentado durante los días en que se han realizado. El absurdo de que la administración obligue a las alumnas y alumnos que hayan faltado a las pruebas a realizarlas en el día en que se vuelvan a incorporar al centro sólo responde al intento de neutralizar la objeción que muchas familias venían realizando a las mismas. El intento de presionarlas para que desistan de su intención de objetar, castigando al alumnado que se ausente, pone de manifiesto el malestar que las pruebas de diagnóstico generan en la comunidad educativa.

    Todos los meses de mayo el sinsentido invade nuestros centros de enseñanza. Durante los días en que se realizan las pruebas, el ritmo del curso escolar se ve gravemente perturbado: numerosos docentes son desplazados de sus centros como aplicadores de las pruebas, las actividades lectivas normales se paralizan y el alumnado se ve sometido a unas pruebas de corte academicista sin estar en absoluto motivados para el esfuerzo que se les exige con las mismas. Lo peor de todo este dislate organizativo es que no sirve para nada. La comunidad escolar no acaba de percibir la utilidad de estas pruebas por la sencilla razón de que no la tienen.

    Que estas pruebas sean inútiles no significa que no debamos evaluar nuestro sistema educativo con vistas a mejorarlo. Como cualquier otra política pública, debería ser evaluado periódicamente. El problema radica en que las pruebas de diagnóstico que realiza el alumnado de la región todos los años no constituyen un medio adecuado para evaluar nuestro sistema educativo y, además, beben de una filosofía, la de la LOMCE y sus reválidas, que poco tiene que ver con la mejora de la educación.

    Unas pruebas estandarizadas y descontextualizadas que versan exclusivamente sobre contenidos academicistas no pueden nunca ser un buen medidor del estado de nuestro sistema educativo. Más aún, cualquier intento de medir o diagnosticar el estado de nuestra educación exclusivamente a través de los resultados que obtienen los alumnos en una prueba externa al propio proceso de enseñanza-aprendizaje, está condenado a convertirse en una cosa inútil y sin sentido.

    La experiencia en otros países nos demuestra que las pruebas externas estandarizadas no ayudan a conseguir la finalidad de la educación, la formación integral de la persona, sino que se convierten en un fín en sí mismas que nos acaba despistando de los objetivos fundamentales de la educación. Al final, poco importan los aprendizajes del alumnado y todo se acaba supeditando a los resultados de estas pruebas como si constituyesen el fin último de la educación. Lo más importante acaba siendo qué puntuación ha obtenido el centro educativo y, sobre todo, la comparación con la puntuación de los restantes centros. Con ello entroncamos con la perversa filosofía lomcista que más arriba les decía que se esconde tras estas pruebas.

    Las derogadas reválidas y sus versiones descafeinadas, llamadas pruebas de diagnóstico, parten de una concepción de la educación en la que los centros deben competir entre sí para obtener las mejores puntuaciones. Es cierto que la administración regional ha renunciado a publicar el polémico ranking de centros pero la exposición pública de los resultados de cada centro acaba teniendo el mismo efecto. Tras esto se esconde la idea de que las familias deben poder elegir los mejores centros educativos y, para que puedan hacerlo de modo informado, se les facilita un ranking. Con ello, los gobiernos del Partido Popular, apuestan por una concepción mercantilista de la educación en la que se asume que debe haber centros mejores y peores. Se trata del abandono definitivo de la concepción de la educación como un servicio público que debe ser provisto por los poderes públicos en condiciones de igualdad para todo el mundo con independencia de dónde se estudie.

    Al final, puede ser que las pruebas de diagnóstico no sean tan inútiles, sino que respondan a una utilidad distinta de la de mejorar el sistema educativo, a saber: la de clasificar, señalizar y estigmatizar a los centros educativos. Si realmente estuviesen al servicio de la mejora educativa las siguientes preguntas tendrían respuesta: ¿qué medidas se han tomado para mejorar el sistema educativo a raíz de los resultados de estas pruebas? ¿cómo se han reforzado los recursos humanos de los centros con peores resultados?

    Quisiera acabar con un rápido diagnóstico del sistema educativo que, sin necesidad de movilizar durante varios días a la comunidad educativa con unas pruebas estériles, compartirá la inmensa mayoría del colectivo docente: nos faltan recursos humanos. Nos faltan, como poco, los 3.000 puestos de trabajo docentes que se han recortado en la región durante los últimos años. Los recortes educativos, especialmente los relativos al incremento de la jornada lectiva, han tenido un efecto devastador sobre las plantillas docentes y sobre la salud de nuestra sistema educativo.

    Se me ocurre que, de entre las múltiples formas de evaluar el estado de nuestro sistema educativo, quizás no estaría mal centrarnos en un sencillo y barato estudio comparativo de cuánto invertimos en educación en comparación con el resto de los países de la OCDE.